miércoles, 17 de julio de 2019

Buen programa




Buen programa

Von der Leyen logra un plácet muy ajustado en Estrasburgo, pero con un plan prometedor




Ursula von der Leyen, este martes durante el debate en el Parlamento en Estrasburgo. Ursula von der Leyen, este martes durante el debate en el Parlamento en Estrasburgo. Jean-Francois Badias AP

La candidata propuesta por los jefes de gobierno europeos para presidir la Comisión, la conservadora alemana Ursula von der Leyen, obtuvo este martes el plácet del Parlamento Europeo de Estrasburgo que le permitirá cubrir un mandato de cinco años, aunque con un apoyo muy inferior al que logró su antecesor, Jean-Claude Juncker, apenas una decena de votos más que la mayoría absoluta imprescindible. Todo un aviso. Von der Leyen tuvo que esforzarse para obtener el aprobado en una votación enormemente disputada, debilidad inicial que augura la necesidad de un pacto permanente entre ambas instituciones. Lo logró con un discurso que constituyó un verdadero programa de gobierno de amplia coalición, pactado en sus menores detalles con los grandes grupos, conservador, socialdemócrata y liberal. Así que más importante que haber evitado el vacío de poder, una eventual crisis institucional o la paralización temporal de la Unión —escenarios que para nada estaban excluidos de antemano— fue la forma, trabada y trabajada, en que eso se sustanció.


Supuso, en efecto, una notable corrección de alguno de los defectos de su nominación: el ninguneo del Consejo Europeo a los candidatos avalados por la cámara (los spitzenkandidaten) y el apoyo inicial de sectores ultra y populistas, satisfechos por el descarte del militante de las libertades Frans Timmermans, el primer candidato que alcanzó un consenso de los Gobiernos. Entre bastantes eurodiputados iliberales y reaccionarios despertó recelos el discurso de la candidata, que por el contrario la congració con sus críticos socialdemócratas y liberales.

El de este martes marca un momento clave en la trayectoria de la Unión. El Parlamento, que había sido —frente a su costumbre de ampliar competencias a cada ocasión— desairado por los Gobiernos, recuperó la iniciativa. Von der Leyen se comprometió a convocar una conferencia de relectura de los tratados, a reactivar el sistema de spitzenkandidaten y a reconocer en la práctica un derecho de iniciativa sin límites a la Cámara.

Con ello, la Unión, que desde su inicio tiene a gala constituir una comunidad de derecho, se consagró como una comunidad de equilibrio dinámico institucional, apta para solucionar el llamado déficit democrático y que consiste más bien en una declinante asimetría entre las competencias, crecientes en el nivel supranacional, y la posibilidad más ardua de controlar su ejecución. Asimismo, la Comisión deberá asentar en este mandato una amplia colegialidad creativa, más allá del consenso presidencialista pasivo que ha exhibido en otras ocasiones.

Además, las exigencias ciudadanas y parlamentarias han convertido las abstractas ideas iniciales de Von der Leyen en un prometedor programa. No solo por su perspectiva institucional, también por su atención a inquietudes sociopolíticas que desbordan la tradicional prioridad otorgada a lo económico. Los compromisos de acelerar la transición energética hacia una economía no contaminante; la igualdad en todo y para todos, particularmente de género; la atención a lo social, sobre todo en cuanto a la conversión de la Iniciativa Joven para el Empleo en un programa permanente y en cuanto a la promesa de conseguir un seguro/reaseguro europeo contra el desempleo; o la creación de un mecanismo de control de la conducta democrática en los Estados miembros, perfilan, entre otros, un panorama más bien prometedor.

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