Transparencia y pedagogía con el coronavirus
La máxima transparencia y la pedagogía constante son clave para que el miedo, que es libre, no se propague como un virus más
El aterrizaje del Covid-19 en Europa ha tenido un impacto fortísimo. Pese a que China es la segunda potencia económica mundial, cuando el virus se creía contenido en Asia los mercados no se desplomaron ante lo que advirtieron como un contagio local: es más, este lunes las principales bolsas arrancaron con fuertes revalorizaciones. Los gobiernos optaron entonces por la prudencia y la OMS trataba de huir de las palabras que podían provocar alarma social. Sí, se tomó alguna decisión empresarial drástica, como la suspensión del Mobile en Barcelona o de ciertas rutas de vuelo con China. Pero la moderación era la norma. Sin embargo, el contagio europeo del coronavirus ha desatado una escalada de tensión cuyo desarrollo es imposible de predecir. En cuestión de días las bolsas que venían de marcar récords se contrajeron hasta niveles que no se recordaban en la última década. La reorganización de rutas y la cancelación de vuelos se suceden y la caída de la demanda aérea se intensifica. Se ha llegado a rumorear la suspensión de los Juegos Olímpicos de Tokio, multinacionales como Facebook han modificado sus grandes eventos presenciales, los gobiernos se implican ahora directamente en la crisis -Suiza, por ejemplo, ha suspendido las congregaciones con más de 1.000 personas, por lo que el prestigioso Salón del Automóvil de Ginebra no abrirá sus puertas este año- y la OMS, que ha debatido si declarar o no el estado de pandemia, ha elevado la amenaza mundial que supone el coronavirus a nivel muy alto. La economía se tambalea, se multiplican los espacios en cuarentena, los diferentes países aplican medidas contundentes a ojos del ciudadano de a pie; y mientras todo eso sucede, a este se le pide calma.
En esta aparente contradicción está el quid del estadio actual de la epidemia. Por las certezas científicas que tenemos, sabemos que se trata de un virus cuyo impacto en la salud no acarrea grandes amenazas a no ser que afecte a personas que incorporen una serie de factores previos de riesgo: desde la edad hasta enfermedades respiratorias. Pero también sabemos que se trata de un virus que se contagia con bastante facilidad. Dado que se trata de una enfermedad nueva y todavía no hay herramientas específicas para combatirla, estamos en un momento en que todos los esfuerzos se deben centrar en contenerlo, y para ello se deben tomar medidas a las que no estamos acostumbrados. Justamente por ello, la pedagogía desde los estamentos sanitarios y políticos debe ser un elemento capital en este periodo de incertidumbre.
En España el número de contagiados ya se cuenta por decenas. Y pasado el impacto sanitario inicial, urge una respuesta institucional que sea capaz de tranquilizar a un mundo económico seriamente perjudicado por el temor al coronavirus. Como explicó ayer el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, algunos sectores ya están teniendo problemas de suministros y sufriendo parones de la actividad económica. Con la Semana Santa a las puertas y el verano en el horizonte, el turismo español se prepara para lo peor. Concierne al Gobierno la responsabilidad de poner todos los medios para que nuestro principal motor económico se vea afectado lo menos posible. Esta amenaza global no se debe minimizar: urge afrontarla sin alarmismo y sin complacencia. En este sentido, la máxima transparencia y la pedagogía constante son clave para que el miedo, que es libre, no se propague como un virus más